miércoles, 28 de enero de 2009

un bezo en la mejilla tan esperado por mi

UN BESO EN LA MEJILLA TAN ESPERADO POR Mí.





Era el tercer día de clases de aquella hermosa primavera del año 1990, yo estaba en la escuela esperando la hora de entrar, el juego estaba programado para las 4:00 de la tarde, apenas tenía 10 años, ella tenía 12, yo me desvelaba por darle un beso, pero ella no me quería.

A ella, la rosa mas hermosa de los jardines, siempre soñaba tocar, todas sus compañeras me llamaban la atención, pero era sólo a ella que quería mí corazón.

Antes de empezar el jugo sus compañera me llamaron a la atención, pues no querían un beso mío, qué daño les haría yo.

Decían que era muy feo, a mí eso no me importaba, pues sólo quería a mí rosa que era a la que yo amaba.







Cuando entramos al aula habían pasado 20 minutos, el profesor lo sabía todo, pues para nadie era secreto lo que yo sentía por ella, él se atrevió a decir, si Domingo no juega, el juego se cancela.

Ante ésta situación a las bellas rosas de mi jardín, no le quedaba otra opción, pues ahí se encontraba la rosa que le hacía tun tun a mi corazón.

Había hablado la máxima autoridad, el juego se había confirmado, de 2:00 a 4:00 de la tarde mi mente sólo pensaba en ella, pues no podía pasar ese día sin darle el beso a ,la rosa de mi jardín.
Llegó la esperada hora del recreo y todos salimos apresurados, el profesor cogió la delantera para organizar el juego, yo no sabía que hacer, pues estaba muy nervioso, era la hora cero en la cual daría el esperado beso.

De pronto, el maestro llamó la atención y en cuestión de 15 segundos el circulo se formó, era el juego, me caí entre un pozo que todos íbamos a jugar.

Todo lo planeo el profesor, él hizo que una de las bellas rosa me diera un beso, fue amargo para ella, es que yo era tan feo, que ni siquiera merecía un beso.

Cuando decía la poesía, todo se me olvidaba, pues sólo pensaba en el beso que le iba a dar a mí amada, terminada la espera, yo no sabía que hacer, pues parecía un pobre tonto que no sabía querer.

El guía, detrás del dorso de mi princesa, para desde allí con sus ademanes que yo no entendía, con la mirada perdida miraba y miraba, pero no sabía que hacer, de pronto pregunté, a quién voy a besar, el profesor me contestó, a quién estás esperando y me hizo la seña.


La musa bajó la cabeza cual si sus pétalos se fueran a despegar, yo aproveche el momento y le di el esperado beso, de inmediato, el profesor hizo sonar el pito, pues el propósito estaba logrado.

¡Vaya espera la mía para dar un sabroso beso!, un beso que alegró mi corazón, aunque me supo a galletón.

A ella, la rosa más hermosa de los jardines, la que muy poco pude tocar, sólo la tengo en mi mente, en mi corazón, pues ese beso en la mejilla, le faltó mucho sazón.

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